En las sociedades antiguas destacó un grupo de individuos que se hicieron dignos de fama y de reconocimiento entre los miembros de su comunidad por su bravura, inteligencia, experiencia o riqueza. Además de encargarse de la suerte de los de su linaje, también lo hicieron de sus servidores y personas que se acogieran a su protección. Los romanos les dieron el nombre de patronos, unas figuras cruciales en el paso de la sociedad gentilicia a la de categorías socio-económicas que ya podemos asociar con las clases.