El diminuto pueblo de Zaanse Schans, que en las guías aparece como un rincón idílico de Holanda con molinos gigantes, casitas de color verde y un intenso olor a tulipán, ya no es exactamente un remanso de paz. Es más bien un parque temático al que, sin pasar por la taquilla, entran cada año cerca de 2,6 millones de personas… hasta que a los cien vecinos del pueblo se les ha agotado la paciencia con la invasión de turistas y han optado por una solución que, como era de esperar, ha sembrado la polémica: quien quiera pasear por los alrededores.