La industria energética estadounidense vende su costoso gas en Europa, y Estados Unidos también quiere sacar un buen provecho de la reconstrucción de Ucrania. Los europeos pagan con un rearme gigantesco e inútil, con una energía demasiado cara, con una desindustrialización creciente, asumen la mayor parte de los costes de los refugiados y ahora, como si les hubiera abandonado el sentido común, quieren admitir a Ucrania en la UE. Ursula von der Leyen o Kaja Kallas han demostrado a menudo que no saben cuanto son mil millones.