2 de marzo de 1975. El Teatro Olympia de París será testigo de uno de los acontecimientos culturales más relevantes del tardofranquismo y la transición española. El recital de Pablo Guerrero constituye uno de esos episodios mágicos que condensan las emociones y esperanzas de una generación y de una coyuntura histórica, un concierto que resonará en la memoria colectiva hasta nuestros días.