El Congreso Nacional de Chile se incendió en 1895, y en 1906 lo dañó un terremoto. Su costosa reconstrucción acabó justo a tiempo para celebrar el Centenario de la Independencia en 1910, pero faltaba decorar la cabecera de su Salón de Honor. Para ello, los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados encargaron una gran pintura a Pedro Subercaseaux. El tema debía estar a la altura del espacio más solemne del edificio, así que se escogió un momento especialmente simbólico: la primera vez que una expedición española divisó territorio chileno.