Me parece fascinante la disonancia institucional de estar continuamente animando a la gente a gastar dinero en la lotería de Navidad mientras se criminaliza, se patologiza y se señala con el dedo a quien juega fuera de ese marco bendecido, como si el mismo gesto de poner pasta sobre una promesa absurda mutara mágicamente de naturaleza moral según quién cobre, y ahí está la sociedad entera, muy seria, muy responsable, comprando su puto décimo con una sonrisa de anuncio y una fe casi religiosa, mientras mira por encima del hombro al...