En el año 2018, Luis, un estudiante de bioquímica en Madrid, comenzó a despertar cada mañana con un regusto extraño. No era la neblina del sueño habitual, sino la vívida claridad de un recuerdo. Recuerdos de un día cualquiera, pero cinco años en el futuro. Al principio, los descartó como fruto del estrés. Hasta que un sueño se cumplió con inquietante precisión: una conversación trivial con un antiguo compañero de clase, en el mismo banco del parque, con las mismas palabras. …