Es de una hipocresía suma alarmarse por algo que ha sido una práctica habitual de la ganadería durante siglos: provocar incendios para regenerar los pastos. Y esto merece un pequeño desarrollo. El ganado, especialmente el vacuno, no come cualquier cosa. Las vacas son muy finas y gustan de brotes tiernos y hierba fresca. En un pastizal, un prado vallado, se encierra a las vacas hasta que no queda nada que comer, momento en que se las mueve a otro prado. Con esta presión, sólo pueden crecer herbáceas, que resisten ser segadas una y otra vez.