Depender de lo que decidan comprar las grandes cadenas de streaming, que de forma casi invariable es lo más comercial, es la muerte del espectador como ente pensante, y la creación del consumidor acrítico. El cine, la literatura, la música son una droga. Quizá la única droga en el mundo que mejora nuestras mentes. No pueden pedirnos que en lugar de degustarla a fondo, simplemente elijamos entre varios títulos en un aséptico panel de carátulas, que le demos a un botón mientras nos hemos movido exactamente cero centímetros del sofá.