El lenguaje articulado, una capacidad intrínsecamente humana, es de naturaleza genética; esto es, cualquier ser humano, por remoto que sea el lugar en el que ha nacido, puede hablar. La dimensión más genuina del lenguaje como herramienta de comunicación es la conversación cotidiana. Y a conversar de manera solvente se aprende. Entre otras habilidades, se aprende cómo entrar de manera adecuada en las conversaciones, cómo mantenerlas en un tono cooperativo o cómo afrontar con empatía y asertividad los diálogos difíciles.