"Si se trata de partidos internacionales, el orgullo nacional, mezclado con xenofobia, tensiones históricas o sociales latentes, es más propenso a desenlaces violentos. Esas victorias están lejos de vivirse como un logro deportivo, se convierten en demostraciones de superioridad colectiva. Si las fuerzas de seguridad no han podido poner límites, la manifestación de la euforia violenta es muy fácil que se dirija al mobiliario urbano o cualquier otro tipo de vandalismo".