Bélgica suele ser, en lo económico, un faro de prosperidad dentro de la Unión Europea, respaldada por indicadores macroeconómicos envidiables, como una robusta renta per cápita y, en general, una tasa de desempleo contenida que la sitúa entre las más bajas del continente. Sin embargo, bajo esta superficie de solidez económica se oculta un complejo conjunto de problermas estructurales, particularmente en su sistema de seguridad social y mercado laboral, que los propios ciudadanos reconocen como una “bomba de relojería” para el futuro potencial
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