Hace apenas una década, Tesla simbolizaba la transición energética: innovadora, deseada y alineada con los valores progresistas de sus compradores. Hoy, sin embargo, la empresa encabeza titulares por sus desplomes de ventas, la vergüenza pública de sus propietarios y la fuga de talento. ¿Qué ha ocurrido y, sobre todo, qué futuro cabe prever cuando su fundador pretende que la salvación pasa por reconvertirla en una firma de robótica?