Con su gesto fruncido y su mirada perdida, parece un niño después de una travesura, consciente de que algo había salido mal, pero sin saber aún exactamente qué. Los ojos vagan, y en su rostro se dibujaba esa mueca que mezcla confusión y un leve temor, como si esperara la inminente revelación de su error. Con su chaleco rojo, como un visitante en la fábrica de cerveza, esperando incómodo con esa prenda ajena como si pesara sobre él. Requisito para seguir al guía que lo llevará por el laberinto de …