Emunah describe haber sido ofrecida como víctima de sacrificio, abusada por sus propios familiares, para la “elevación espiritual o redención” de sus abusadores. Ayala: "Siempre es un lugar oscuro. Hay entre seis y nueve hombres allí. Me atan a la cama con las manos y los pies, forman un círculo, murmuran oraciones o bendiciones, y ahí está el rabino que siempre dirige la situación y dice qué hacer. Hay una ceremonia, y todos me violan". A veces los abusos ocurrían en instituciones educativas, domicilios, centros religiosos o sinagogas.