Una de las ideas fundamentales de la extrema derecha es la de destrozar la fiabilidad de las informaciones, en palabras de Steve Bannon: "os vamos a llenar esto de mierda" y en otro lugar dijo que encontró en Trump un líder populista oportuno para convencer a los votantes menos informados.
Podemos preguntarnos como los bulos creados sobre todo a partir de las redes sociales tienen tanta facilidad de penetrar en las mentes de unos individuos que tienen una mínima educación pues en todos los países occidentales hay una escolarización obligatoria y el analfabetismo es muy bajo o nulo.
Esta facilidad se puede explicar porque la información de los medios oficiales y mayoritarios da credibilidad a cualquier cosa, las teorías conspirativas pueden funcionar porque en los medios digamos serios se pueden encontrar conspiraciones constantemente, las intoxicaciones tienen el amparo de las intoxicaciones que cada día están presentes en la mayoría de medios, si no en todos.
Y como muestra en estos días de noviembre estamos padeciendo una intoxicación informativa de primer orden, me refiero al último disco de la cantante Rosalía. A mi su tipo de música no me gusta, pero admitamos que canta bien, que tiene talento y se lo trabaja para sacar un buen producto, pero es que gente que también tiene talento y se lo curra hay mucha mas que no tiene mucha atención de los medios, porque unos pasan sin pena ni gloria sin poder vivir de su música y otros acaban millonarios.
En este caso se trata de una intoxicación mediática casi comparable a la información en tiempo de guerra, todos los medios hablan de lo mismo, tanto de derechas como de izquierdas, por mucha calidad que tenga el disco en cuestión no se explica el impacto que provoca sin algún tipo de acuerdo previo o tal vez algo peor, sin la existencia de un consenso no explicito pero terriblemente autoritario en el que hay cosas que tienen que ser obligatoriamente positivas sin que se pueda imaginar que a alguien no le guste o no esté de acuerdo.
Y todo esto socava la credibilidad de los medios y da visos de realidad a cualquier absurdidad o gilipollez que se pueda propagar por las redes "alternativas" que adquieren una patina de rebeldía.
El término neotenia proviene de la biología y se utiliza para describir a especies que conservan rasgos infantiles o juveniles durante toda su vida. Si trasladamos el concepto al ámbito político, obtenemos una clave para comprender la idiocracia que domina el Congreso.
Ayer, Pedro Sánchez comparaba a Feijóo con Jar Jar Binks. Lo que parece un chascarrillo es, en realidad, la tónica habitual en el hemiciclo. El propio Feijóo acusaba a Sánchez de ser “el presidente de una cloaca”. Políticos supuestamente formados exhiben discursos y actitudes neoténicas —infantiloides, adolescentes—, para deleite de los medios y de sus votantes, también atrapados en un estado larvario perpetuo, como si de una clase de secundaria se tratase. Adolescentes granudos que peinan canas.
El contubernio mediático-político está clarinete. En una época en la que la lucha por el clickbait es atroz, los políticos ya no hablan para el ciudadano, sino para las cámaras y para X. Cuanto más sonoro el zasca, más rentable el titular. Los medios han decidido que es más lucrativo escribir para una mayoría neoténica que para un público maduro e inteligente: una especie en peligro de extinción.
¿A esto ha quedado reducida la política y la sociedad? ¿Nadie percibe que el mercado está relegando la inteligencia a rincones cada vez más ignotos?
La mercantilización de la idiocracia parece irreversible. Décadas de neoliberalismo han erosionado la educación y han producido adultos perpetuamente adolescentes, adictos al scrolling. Da igual si son sexagenarios o treintañeros: consumen basura que atrofia las neuronas como si de un menú de McDonald’s se tratara.
¿Qué futuro le espera a una sociedad neoténica?

La inspiración, sea eso lo que sea, es un concepto como mínimo escurridizo. Jacinto Benavente nos decía: “para que se le ocurra a uno algo bueno cuando menos lo piensa, es porque antes ha pensado mucho en ello”.
Técnicamente se usa la memoria de experiencias vividas, almacenadas y clasificadas en la mente; un cúmulo de imágenes, olores, palabras, discusiones, emociones, sentimientos, etc. Esos recuerdos archivados en nuestro peculiar disco duro son parte de la clave de la creación, pero lo importante (en mi humilde opinión) no es exactamente lo que pasó realmente sino la lectura que podemos hacer de ese recuerdo. No es una memoria directa, por eso algunos teóricos definen la imaginación como la interpretación que hacemos de nuestros recuerdos. Nuestra mente suele falsear los recuerdos en casi todas las ocasiones, porque por razones diversas se tiende a fantasear con lo sucedido, y si además añadimos las percepciones de cada persona la cosa de complica más aún. Es lo típico de preguntar a tres testigos cómo era el ladrón que vieron correr por la calle. Uno dirá que era alto y de pelo negro, otro castaño y de estatura media, otro dirá que cojeaba de la pierna derecha. Se han dado casos de enseñar imágenes de cámaras de vigilancia y que algún testigo dijera que no era esa persona, que las imágenes estaban trucadas. Con esto, quiero decir que nuestros recuerdos son, en cierta medida, defectuosos y que siempre entra la imaginación en el proceso de recuperar algunas informaciones.
Suspensión de la incredulidad.
Es muy importante entender bien lo que significa la “suspensión de la incredulidad”. Pero bien. En las primeras páginas de la novela no sólo estamos presentando personajes y conflictos, estamos firmando un “contrato virtual” con el lector. En este relato hay magia medieval y espadas y dragones. En este otro relato de espías hay mecanismos curiosos de espionaje y muchas intrigas palaciegas. En este otro relato la historia gira sobre combatientes de la IGM de un modo realista. Todo esto es un filtrado imaginativo de recuerdos, mezclado con datos enciclopédicos (en caso de que hagan falta). No conozco a ningún espía, así que me lo tengo que inventar con lo que he leído, PERO le puedo dar la personalidad de tía Enriqueta, del vecino ruidoso del segundo o de un profesor mío de Karate. Por eso la imaginación es combinar de algún modo recuerdos, podemos incluso ponerle la apariencia física del profe de Karate, la personalidad de la tía Enriqueta y la característica social del vecino ruidoso.
En el caso primero puede que el lector no quiera leer sobre magia magia medieval y espadas y dragones, deja el libro a las pocas páginas y punto. Pero si le gusta el planteamiento y se firma ese “contrato” entre autor y lector, no se puede traicionar el contrato y debe seguir unas ciertas reglas o arquetipos de esas historias. Todo se puede doblar, modificar, pero NO traicionar.
Conflicto.
El enfrentamiento entre fuerzas y personajes, las fuerzas pueden ser externas o internas. Las externas pueden ser un tornado, la voluntad de otro personaje o internas como dudas personales, miedos, incertidumbres. El núcleo de todo esto: el drama. Sin conflictos, sin acciones, no hay drama. Los seres humanos (y los personajes) se desarrollan a partir de antagonismos y contradicciones, es lo que podríamos llamar el espejo de su vida en relación con la de los demás, con el mundo que le rodea y consigo mismo. Se dice que a la hora de crear nuestros personajes deben estar siempre enfrentados al conflicto o conflictos planteados. Un conflicto puede incluir humano vs humano, humano vs fuerzas de la naturaleza y humano vs él mismo.
Como siempre, saltarse las reglas es importante pero siempre digo lo mismo, hay que conocerlas muy bien para saltarlas con elegancia e ingenio.
Básicamente hay tres puntos muy sencillos que si se siguen el lector podrá entender lo que quiere expresar el autor o autores.
Presentación del conflicto. Desarrollo del conflicto. Resolución del conflicto.
Y ahora nos vamos a poner prácticos y dejarnos de buscarle las cosquillas a la cosa hipotética, al menos de momento.
Cuando tienes la historia, has decidido si tienes algo que contar, has decidido por qué quieres escribirla y crees que estás inspirado, lo primero que tienes que decidir es quién va a contar la historia. O sea, quién va a ser el narrador. Parece una chorrada, pero es uno de los pasos más difíciles, más irreversibles y más comprometidos que vas a dar.
Hay muchas clases de narradores y con el tiempo, cuando tenga un rato, os iré hablando de ellos, o lo hará @ContinuumST, pero ahora no me refiero tanto a su tipología como a su identidad. ¿Quién va a contar la historia?
Puede ser uno de los personajes y entonces es probable, casi seguro, que tendrás que escribir toda la pieza en primera persona, lo que es un poco cansino y muy limitante, como intentes ser mínimamente serio.
Uno de los errores más comunes es utilizar el narrador en primera persona, y que sepa cosas que no debería saber, como por ejemplo qué están pensando los demás personajes o qué hacen en su casa después de despedirse. El narrador en primera persona pone al lector en el lugar del personaje y lo obliga a acompañarlo en su peripecia. El lector ve el mundo con sus ojos, escucha con sus oídos y piensa con su mente. Y hasta ahí. Todo lo que sea referirse a lo que hace el resto de personajes tiene que ser presenciado por el narrador o escrito en forma de conjetura. Por ejemplo: María me dio la mano y entró en su portal. Me dio la impresión de que estaba pensando más en el examen del día siguiente que en mi propuesta de lavar juntos los peluches". Como no digas lo de "me dio la impresión" la has cagado.. Y ten en cuenta que te vas a pasar así toda la narración, así que el narrador en primera persona está muy bien para el relato breve o brevísimo, pero las novelas en primera persona, que las hay, y buenas, son MUY jodidas de escribir.
También puede ser narrador un tercero que conoció la historias desde fuera y se ha ido enterando de lo sucedido a fuerza de investigar, hablar con otra gente, leer papeles, etc. Esto es muy socorrido para las historias negras, policiacas o de misterios, donde el lector se va enterando de cosas a medida que se entera el investigador. O para relatos en plan memoria, de abuelo contando cómo fusilaron a su hermano. Llevo leídos cien de esos, o más, y ya considero un género aparte el fusilamiento del padre o del hermano. En serio. En este caso, el narrador es externo a la historia, la crea y filtra los hechos que son relevantes y los que no. Este narrador es fácil de usar y resulta natural y de fácil lectura, pues se parece a la narración oral. Alguien se sienta delante de ti, abre la botella de anís, y te cuenta una historia Es funcional, sencillo y eficaz.
Por último, tenemos al narrador omnisciente, que es el más literario de todos, y que consiste básicamente en la idea de que dios, algún dios, te está contando la historia, también con botella de anís o de Jägermeister. Este narrador, al contrario que los dos anteriores, se puede permitir saberlo todo, dar saltos en el tiempo, hablar de los pensamientos y sentimientos de los personajes, contar cosas que no ha visto, anticiparse a los hechos o lo que buenamente le parezca sin que la cosa rechine. Este suele ser el narrador más utilizado, precisamente por su flexibilidad y por las posibilidades que ofrece.
Aquí hay un relato mío, medianejo, donde utilizo esa técnica.
Debo insistir en que la elección del narrador es uno de los pasos más importantes en la construcción de una historia. Determina el tono, el alcance y la técnica que luego se habrá de emplear.
Habría mucho, muchísimo más que decir sobre el tema, pero esto es sólo una aproximación y no quiero extenderme más.
¡Salud!
menéame