Liu Bei no tenía mejores planes que proponer, y los dos se dirigieron directamente a Xuchang por caminos secundarios. Cuando lo poco que llevaban se agotó, entraron en una aldea a pedir. En todas partes, cuando la gente oía que Liu Bei de Yuzhou era el hombre que necesitaba ayuda, competían los unos con los otros por ofrecerles lo que necesitaban.
Un día buscaron refugio en una casa. De ella salió un joven que se inclinó en una reverencia. Le preguntaron el nombre y dijo que era Liu An, de una bien conocida familia de cazadores. Al escuchar quién era el visitante, el cazador quería ofrecerle un plato hecho con sus presas, pero aunque buscó por un largo tiempo, no podía encontrar nada que servir a la mesa. Así que Liu An entró en la casa, mató a su mujer y preparó un pedazo para sus invitados.
—¿Qué tipo de carne es? —preguntó Liu Bei mientras comían.
—Lobo —contestó Liu An.
Liu Bei le creyó y siguió comiendo. Al día siguiente, a la luz del día, justo cuando Liu Bei se iba a ir, fue a los establos en la parte de atrás para coger su caballo y, al pasar por la cocina, vio el cadáver de la mujer tendido sobre la mesa. La carne de uno de los brazos estaba cortada. Horrorizado, preguntó qué significaba todo aquello, y entonces supo lo que había cenado la noche anterior. Lamentaba tanto esa prueba de consideración por parte de su anfitrión que no podía contener las lágrimas mientras montaba su caballo en la puerta.
—Me gustaría poder ir con vosotros —dijo Liu An—. Pero como mi madre aún está viva, no puedo alejarme mucho de casa.
Liu Bei le dio las gracias y se fue. El grupo tomó el camino que pasaba por Liangcheng. No eran capaces de ver nada salvo una densa nube de polvo. Cuando estuvieron más cerca, se dieron cuenta de que era el ejército de Cao Cao y, con ellos, continuaron el viaje hasta su campamento principal. Allí se encontraron con el mismo Cao Cao. Este lloró con la triste historia de la angustia de Liu Bei, la pérdida de la ciudad, sus hermanos, esposas e hijos. Cuando Liu Bei le contó la historia del cazador que había sacrificado a su esposa para alimentarlos, Cao Cao envió al cazador una recompensa de cien taels de plata.
Luo Guanzhong (siglo XIV). El Romance de los Tres Reinos, libro 4º: Cao Cao y Lu Bu.
Antes sí que se respetaban las buenas costumbres de la hospitalidad. Ahora te sacan una cerveza y, con suerte, unas aceitunas o unas patatas fritas de bolsa...
menéame