El fenómeno Tang Ping supone un verdadero cisma en la psique nacional china contemporánea. No estamos ante una simple moda de internet o una tendencia pasajera, sino frente a una postura espiritual y vital de resistencia pasiva que desafía los cimientos mismos del "Sueño Chino". Cuando hablamos de Tang Ping, que se traduce literalmente como "tumbado" o "quedarse acostado", no nos referimos al acto físico de dormir o descansar, sino a una huelga de brazos caídos existencial, una antítesis directa de la prosperidad nacional y el éxito individual que promueve implacablemente tanto el Partido Comunista como la cultura corporativa del país.
El movimiento encontró su punto de cristalización en abril de 2021, momento en el que un usuario bajo el pseudónimo "Kind-Hearted Traveler" —cuyo nombre real es Luo Huazhong— publicó un manifiesto en el foro Baidu Tieba titulado "Tumbado es justicia". En este texto fundacional, Luo narraba con una calma estoica cómo había decidido abandonar su empleo estable para vivir con apenas 200 yuanes al mes, limitando su ingesta a dos comidas diarias y dedicando su tiempo a la lectura de filosofía y a tomar el sol. Su argumento central, que resonó como un trueno silencioso entre la juventud, sostenía que la presión social no era un mandato divino ineludible, sino una construcción mental que podía rechazarse simplemente mediante la no participación. Luo dejó para la posteridad una frase que se convertiría en el dogma del movimiento, afirmando que la tierra misma se tumba y que son solo los humanos quienes se engañan a sí mismos pensando que deben estar de pie y trabajando eternamente.
Para captar la profundidad sociológica de esta postura, es imprescindible entrelazarla con la metáfora de los "puerros" o Jiucai. En la jerga de internet china, los ciudadanos comunes, y muy especialmente los jóvenes trabajadores y los pequeños inversores, se autodenominan "puerros" con una mezcla de cinismo y resignación. La elección de esta verdura no es casual: el puerro es una planta que, una vez cortada, vuelve a crecer rápidamente, lista para ser segada de nuevo. En esta visión del mundo, el Estado, las gigantescas corporaciones inmobiliarias y las empresas tecnológicas perciben a la juventud como una cosecha inagotable, lista para ser explotada una y otra vez a través de la mano de obra barata, el consumo desenfrenado y los intereses hipotecarios. Ante esta realidad depredadora, el Tang Ping surge como la estrategia defensiva definitiva del puerro para dejar de crecer: si te tumbas, te aplastas contra el suelo y te vuelves imposible de cortar. Es una declaración de principios en la que el individuo decide no producir más plusvalía para el sistema, no consumir sus productos y no engendrar hijos que sirvan de mano de obra futura.
El practicante de esta filosofía no es necesariamente un vago, aunque así lo tilden los medios oficiales, sino a menudo un minimalista radical que ha decidido rechazar los marcadores tradicionales del éxito confuciano y capitalista. Esta renuncia se manifiesta en la negativa a comprar vivienda, rechazando así la esclavitud de treinta años a una hipoteca por un apartamento sobrevalorado y prefiriendo el alquiler barato o la vida en el hogar paterno, lo que elimina la principal palanca de presión económica del sistema. Del mismo modo, rechazan la compra de automóviles, vistos como gastos de estatus innecesarios que solo generan mantenimiento y alimentan la industria. Sin embargo, la protesta alcanza su punto más álgido en el rechazo al matrimonio y a la descendencia. Dado que el matrimonio en China es una transacción económica costosa y tener hijos supone una inversión inmensa, al negarse a formar familias, estos jóvenes cortan la cadena de suministro de futuros trabajadores y consumidores. Se saben parte de la "última generación", una frase viralizada durante los confinamientos, y utilizan su propia fertilidad, o la falta de ella, como un arma política silenciosa contra un gobierno que necesita desesperadamente aumentar la natalidad para sostener la economía.
Es importante señalar que este fenómeno ha seguido evolucionando hacia una vertiente aún más oscura y nihilista conocida como Bai Lan, que literalmente significa "dejar que se pudra". Si el Tang Ping tenía un aire filosófico, casi cínico o estoico similar a Diógenes en su barril, el Bai Lan representa una rendición destructiva. El término proviene del baloncesto, utilizado cuando un equipo va perdiendo por tal diferencia que deja de intentar jugar y simplemente espera a que termine el partido. La diferencia fundamental radica en que mientras el Tang Ping es una retirada estratégica para buscar paz mental bajo la premisa de que el juego es injusto, el Bai Lan es la aceptación de la desesperanza total, una actitud donde al individuo le da igual que su vida se desmorone activamente porque ha perdido el miedo a las consecuencias sociales al haber desaparecido las recompensas prometidas. Un joven en actitud Bai Lan ante una amenaza de despido no siente pánico, sino indiferencia absoluta.
Como era de esperar, el Partido Comunista Chino ha identificado el Tang Ping como una amenaza existencial, quizás más peligrosa que la disidencia política activa porque es extremadamente difícil de reprimir, ya que no se puede encarcelar a alguien simplemente por carecer de ambición. La reacción oficial ha sido una mezcla de pánico moral y económico, desplegando una campaña de censura y propaganda en la que los medios estatales publican editoriales feroces calificando la actitud de vergonzosa y exaltando la lucha como única vía hacia la felicidad. Simultáneamente, se han eliminado grupos de discusión en redes sociales y el presidente Xi Jinping ha intentado contrarrestar la desigualdad mediante la narrativa de la "Prosperidad Común", imponiendo regulaciones a las tecnológicas y al sector educativo privado en un intento de bajar el coste de la vida y motivar a los jóvenes a volver a la competición. El miedo económico es palpable, pues China necesita transformar su economía hacia el consumo interno y la alta tecnología, y el Tang Ping ataca ambos frentes: si los jóvenes no consumen y no se esfuerzan, el plan maestro para 2035 corre peligro de colapso.
En última instancia, el Tang Ping no debe leerse como pereza, sino como un síntoma de agotamiento colectivo y una respuesta racional de una generación que ha realizado los cálculos matemáticos y ha concluido que, bajo las reglas actuales de competencia feroz o Neijuan, el esfuerzo marginal ya no produce beneficios. En lugar de correr en la rueda de hámster hasta la extenuación, han decidido bajarse, sentarse a mirar cómo gira vacía y plantear una pregunta que aterroriza al sistema: "¿Y si la verdadera victoria consiste en no jugar?".
menéame