En el año 2018, Luis, un estudiante de bioquímica en Madrid, comenzó a despertar cada mañana con un regusto extraño. No era la neblina del sueño habitual, sino la vívida claridad de un recuerdo. Recuerdos de un día cualquiera, pero cinco años en el futuro.
Al principio, los descartó como fruto del estrés. Hasta que un sueño se cumplió con inquietante precisión: una conversación trivial con un antiguo compañero de clase, en el mismo banco del parque, con las mismas palabras. El pánico inicial dio paso a una obsesión metódica. Comenzó un diario cifrado: “Archivo del Mañana”. Anotaba cada detalle onírico: desde el precio del café hasta titulares de noticias que aún no existían.
Pronto descubrió la primera ley de sus extraños sueños. Sus acciones presentes tejían el futuro soñado. Si en el sueño veía un fracaso en un examen, estudiaba con furia y el sueño se reescribía, mostrándole un aprobado. Si soñaba con la tristeza de una ruptura, cambiaba su comportamiento en la relación y la visión se transformaba en armonía. Era como navegar un río, corrigiendo el rumbo con cada palada en el presente para evitar los rápidos del futuro.
Utilizó este conocimiento de formas mundanas al principio. Invirtió en acciones de una pequeña empresa de biotecnología que soñó que se dispararía. Evitó un accidente de tráfico. Cultivó amistades que en sus sueños se revelaban leales y útiles. Su vida mejoró, pero una pregunta crecía en él: si podía cambiar su futuro, ¿hasta dónde llegaba su responsabilidad?
La escala de sus sueños ya no eran solo sobre su vida, sino sobre el mundo. Soñó pandemias, colapsos climáticos, guerras por recursos. Y soñó posibles soluciones. Usando su creciente fortuna y una reputación de “visionario” que rayaba en lo profético, comenzó a actuar.
Fundó “Cronos”, una corporación que, bajo la fachada de inversiones de alto riesgo, era en realidad una máquina para implementar las soluciones que veía en sus sueños. Patrocinó la investigación genética que soñó que llevaría a la cura de enfermedades hereditarias. Mediante lobbies y una diplomacia casi telepática y guiada por el conocimiento de reacciones futuras, impulsó tratados globales.
Cada noche, soñaba el estado del mundo cinco años adelante. Cada día, trabajaba para esculpir esa visión hacia un ideal. Derrotó a sus detractores no con violencia, sino con el poder demoledor de lo inevitable: revelando (de forma anónima) sus escándalos futuros o mostrando cómo sus políticas conducirían al desastre. La gente empezó a susurrar lo evidente.
De momento solo puedo soñar hasta aquí. Las escalas interestelares y la relatividad me despiertan de madrugada. Los Insectores acaban de enviar un meteorito a Buenos Aires y me joroban los sueños. Mañana más.
Texto completo por Mr.GPT. Basado en conversaciones sobre la psico-historia de Hari Sheldon, Dios emperador de Dune, Ender y un manga que acabo de empezar dentro de 5 años.
menéame