Ni el judío burgués Karl Marx ni el aristócrata ruso Mijail Bakunin creían en el más allá; por ello no han sido admitidos en la gloria. Se han desvanecido no sólo sus cuerpos, sino sus almas, y de ambos desmedidos luchadores por la justicia, la igualdad, el bien de los demás, no nos queda más que el recuerdo, o nada menos que el recuerdo. De otro modo, si ambos hubieran sido creyentes, les habrían abrierto las puertas del Paraíso recobrado y ahora sentados en su muelle banco de nubes, mirarían hacia abajo y ...