Cuando la estructura de toda una sociedad se desmantela mediante bombardeos, desplazamientos, hambrunas y genocidios, el concepto mismo de «economía» se transforma radicalmente. En la Gaza actual, ya no existe una economía en el sentido tradicional, sino un sistema frágil —y a menudo explotador— impulsado únicamente por la supervivencia. Los mercados formales y el empleo estable se han derrumbado, sustituidos por mercados negros, la dependencia de la ayuda y la innovación nacida de la catástrofe y el hambre.