Para la jerarquía nada es nunca bastante; los obispos se dicen “acorralados” y “perseguidos” y jamás se darán por contentos. O mejor dicho, sólo se lo darían si acabaran con toda libertad y razón y pudieran imponer a todos, como en el pasado no lejano, sus creencias, mandatos y prohibiciones. Esto es, el día en que, de la misma manera que hay Estados islamistas que supeditan el poder democrático y civil al religioso, España volviera a ser un Estado no católico, sino catolicista.