Un estudio de la Universidad de Vanderbilt, en Tennessee, halló que a las cucarachas, igual que a mucha gente, no les gusta madrugar. Por alguna razón estos bichos son incapaces de aprender ningún truco nuevo durante las primeras horas del día -igual que tantos universitarios sin cafeína-. Pero en las tardes y noches, algo hace ‘clic’ dentro de sus detestables cuerpos y se convierten en ejemplos de eficiencia del aprendizaje.