El caso de Daniel, hijo de Juana Rivas, es hoy en Europa una dolorosa representación de esa paradoja. Un niño que ha denunciado reiteradamente —de palabra, por escrito y a través de su comportamiento— el daño que dice haber sufrido por parte de su padre y ha pedido no volver a ser obligado a ir con quien considera su maltratador. El hijo menor de Juana Rivas ha buscado la protección del sistema y lo que ha encontrado, una y otra vez, es un muro infranqueable.