“Vivimos en una democracia”, nos jactamos. “Podemos quitar y poner a nuestros gobernantes”, nos repetimos. “Somos libres”, nos consolamos. Y, después, con una plácida y mansa autocomplacencia, nos vamos de compras al hipermercado más próximo. Votamos libremente, luego somos libres. Esa es nuestra democracia. Tenemos idealizada esa palabra “democracia”, cuando, en verdad, nos limitamos a depositar, cada cuatro años, una papeleta con unos nombres preelegidos por los todopoderosos partidos políticos. Prólogo del libro "Políticos, los nuevos amos".