Hace años, muchos años, mucho antes de que existiera internet; este apuesto caballero maduro que tenéis ante vos era un adolescente virgen, granulado y pajillero. Muy pajillero. Y, claro, el material inspirativo para sus sesiones de solo de zambomba no era tan fácil de conseguir como ahora así que de vez en cuando, cuando conseguía reunir el suficiente dinero y valor, nuestro héroe se arrimaba por alguno de los sex-shops de la capital en busca de revistas, vídeos o cualquier cosa para darle aceite al manubrio.
En una de éstas el muchacho descubrió un sex-shop que no había visitado…