Las Tunas.- El alba lo sorprende afuera de la casita de tablas, sin camisa. Lleva apenas el pantalón verde olivo y las botas que le regaló su tío, aunque sean dos números más grandes que el suyo. “Muchacho, caramba, qué fortaleza de bestia heredaste pa’l trabajo”, le dijo aquel lunes que fue a visitarlo y descubrió que el chico también se ganaba la vida haciendo carbón. Ese mismo día le dejó sus zapatos.