La noche continuaba su avance, y Ricardo Cárdenas no podía conciliar el sueño. Un presentimiento profundamente enquistado en su raciocinio le impedía dormir, a pesar de la dosis de somníferos que por prescripción médica ingería en casos como este. Había un extraño presagio que lo atormentaba, y que no lograba descifrar.
A la mañana, no desayunó, sólo quería salir de casa y oxigenarse, mas, cuando abrió la puerta de su casa, frente a él halló una caja de cartón que, en la tapa, pegada con un trocito de cinta adhesiva llevaba una fotografía con