“Antes para alguna gente era solo un moro, ahora me ven como un inversor árabe”, dice Mohamed El Madani (Bni Gorfett, Marruecos, 34 años), sentado junto a una pizarra llena de fórmulas matemáticas ininteligibles para el común de los mortales. La sede de UrbanFlip en el madrileño Barrio de Salamanca huele a start-up, con jóvenes pegados a pantallas y referencias constantes a algoritmos, tecnología e inteligencia artificial. Su sector, sin embargo, no puede ser más antiguo. No solo en edad: también en sus prácticas.