No sé si existirá "el efecto mariposa", esa descabellada teoría según la cual una pequeña y débil mariposa que agite un día, con su aleteo multicolor, el aire de Pekín, podría modificar los sistemas climáticos de Nueva York al mes siguiente. Sin embargo, no tengo la menor duda de que existen otros "efectos" en nuestra sociedad con idéntica capacidad perturbadora. De vivir, por ejemplo, en España, el anciano meteorólogo Edward Lorenz, padre adoptivo de aquella revolucionaria y caótica mariposa, sería el hombre más feliz del mundo...