Es una de las frases más repetidas y recurrente a la hora de valorar el dinero como recuso económico, haciendo referencia a que no se trata de algo infinito ni tampoco se obtiene de manera sencilla. Que el dinero no crece ni cae de los árboles es casi evidente, aunque un reciente estudio por parte de la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth (CSIRO), en Australia, y publicado en la revista Nature, pone en jaque, al menos, la obtención del oro.