Desde tiempos inmemoriales habían existido personas agrupadas en clanes, sectas, religiones y logias, cuya costumbre de beber sangre recién vertida era una práctica ceremonial común, en la que se sacrificaban roedores, aves y otros pequeños animales, cercenándoles la cabeza y bebiendo la sangre que fluía de los cuerpos aun latentes. Esto se hacía con la convicción de que la sangre fresca tenía poderes curativos y posibilitaba la longevidad.
Atribuidas estas cualidades a la sangre fresca, y siendo cada vez más los adeptos a consumirla, los sacr