Un vuelo que cubría la ruta desde Puerto Rico a Boston, fue interrumpido por una emergencia médica, un niño a bordo,, sufrió una serie de convulsiones que ponían en riesgo su vida, haciendo urgente la necesidad de un aterrizaje inmediato. La respuesta de la ATC fue inicialmente una negativa, justificada por una prioridad superior en ese momento: la llegada inminente de un avión presidencial, la torre de control estaba supeditada a un protocolo de seguridad y agenda que, en teoría, debía anteponerse a cualquier otra operación.