Lydia y su marido tienen miedo de la vuelta a casa de su hijo con esquizofrenia, que tiene decretado el ingreso en un centro de salud mental, pero volverá a vivir con ellos por falta de plazas. Ahora, Lydia espera con ansiedad la llamada de la psiquiatra de su hijo, que sabe que acabará por decirle que Héctor vuelve a casa, y esta vez no solo para un par de días. Un escenario que se le antoja una verdadera pesadilla porque su hijo, como parte de su trastorno, ha desarrollado fijación agresiva contra ella.