El ultraliberalismo triunfó porque convenció a la gente de que la solidaridad era debilidad. Les enseñaron a desconfiar de los demás, a pensar que quien pedía ayuda era un parásito. En ese futuro sin Estado, cada uno vive encerrado en su propio pequeño reino de deudas, con miedo a perderlo todo. Porque en la sociedad del “mérito”, el fracaso no tiene consuelo: si caes, es culpa tuya. Si enfermas, es tu responsabilidad. Si envejeces, tu error fue no haber sido joven para siempre.