El turbocapital financiero se podría calificar como una industria extractiva, aunque sui generis. Se trata, de hecho, de un poderoso aparato de abstracción, de centralización y de captura de los bienes comunes y del valor social, con arreglo a la figura de la “acumulación por desposesión”. Tal acumulación viene a menudo ejecutada con la mediación del gobierno en su versión liberal, a través de maniobras tales como el reemplazo de los organismos encargados de las pensiones por aseguradoras privadas o mediante la desfinanciación de lo público.