"Vivimos en España, un país de charanga y pandereta en el que representantes de instituciones públicas presuntamente serias, como el Defensor del Menor, se dedican al vergonzante ejercicio del onanismo autocomplaciente, en directo y televisado; un país, esta nuestra España, en el que es tristemente posible que personajes incultos, ordinarios, vulgares y arrabaleros, como Belén Esteban, puedan convertirse en una suerte de espejo en los que quiera mirarse una parte importante de la sociedad".