Durante décadas, la intimidad del cuarto de baño fue un territorio vedado incluso para la tecnología más invasiva, un espacio culturalmente blindado frente a la obsesión moderna por la medición constante del cuerpo. Sin embargo, lo que hace tiempo empezó en Japón, apunta a convertirse en la mina de los huevos de oro de occidente: el negocio de las heces humanas.
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