Ya casi no queda nadie vivo de la guerra civil, gente que sabía lo que era el odio, la guerra y el hambre. A esa gente se le partiría el alma al ver como matan de hambre a los palestinos y se desgañitarían por enviar ayuda. Esa gente sabía educar a sus hijos en la humildad y la compasión. Ahora nos educan los influencers del odio.
Estamos en modo de autodestrucción.
Tal vez es la forma que tiene el capitalismo de hacer borrón y cuenta nueva eliminando a la gente que sobra con unas cuantas guerras para que el sistema pueda seguir acaparando los recursos cada vez más escasos debido a la contaminación y el cambio climático.
Hacen falta campañas de información sobre drogas. Le gente se mete en ese infierno por ignorancia pero claro ahora con los terraplanistas de las redes sociales de desinformación esto es más complicado.
Los centros de datos acaparan agua y electricidad a un precio pactado mientras le suben la factura a los lugareños por el aumento de la demanda eléctrica. Todo para crear cuatro puestos de trabajo.
Lo mismo hicieron con las autopistas y lo están haciendo con la sanidad, la educación y babean por las pensiones. La vivienda también es un negocio para la banca.
En los partidos políticos impera la ley de Darwin pero en vez de los mejores prosperan los más pelotas y para cambiar eso habría que reformar la ley electoral y de partidos.
Nos abruman con fuegos artificiales y todo tipo de maniobras de distracción tal como hacen los timadores del toco-mocho o el timo de la estampita. Redes sociales, programas de tertulias, noticias sesgadas, información escamoteada, ... todo para que los rentistas sigan parasitando nuestros recursos públicos