Bajo el paradigma social capitalista, la función de la medicina es mantener a la fuerza de trabajo productiva. La prioridad no es el bienestar general sino la gestión eficiente de la fuerza de trabajo. Todo sometido a una lógica inmediatista que no contempla la inversión en medidas como la prevención de enfermedades o la detección temprana como herramientas que confluyan el bienestar y la eficiencia económica. A ello se suma una desconfianza generalizada hacia la medicina científica además de la proliferación de pseudoterapias.
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