¡Voto a tal, don patán rústico y malmirado, que si no os apartáis y ascondéis luego de mi presencia, que con esta silla os rompa y abra la cabeza! Hideputa bellaco, pintor del mesmo demonio, ¿y a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados? ¿Y dónde los tengo yo, hediondo?
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Como dicen más abajo, cuando se firmaban esos alquileres eran bastante caros, por lo que aquí se ve claramente que la avaricia rompió el saco. Ahora tendrán que apechugar con las consecuencias, no les queda otro remedio.