El síndrome de la rana hervida establece que, si se intenta introducir una rana en un recipiente con agua hirviendo, el animal saltará para escapar del calor extremo, pero si el agua se calienta poco a poco con la rana dentro, acabará cocida, porque se irá acostumbrando a la subida gradual de la temperatura hasta que sea demasiado tarde para escapar. Puede que esta sea la metáfora que mejor ilustra cómo la inteligencia artificial ha empezado a destruir puestos de trabajo sin que ahora percibamos que existe una amenaza inmediata.
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Los que estamos dentro del cotarro ya sabemos de sobra lo que hay con la IA. Y también hemos visto ya fiascos como el de Klarna, o Duolingo perdiendo usuarios a marchas forzadas.
El empleo que puede sustituir es el de las funciones más mecánicas, pesadas, y repetitivas. O, por qué no decirlo, triviales que ya podían sustituirse con informatización "de toda la vida" antes del boom de la IA.
Pero el sueño húmedo de quitarse de encima al empleado "peligroso", por ser más caro que otros, y por tener poder por el conocimiento difícil de sustituir que tiene, va a seguir siendo eso: un sueño húmedo. Ya van unos cuantos empresarios que lo están comprobando por la vía dura.
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Y aunque ya tuvieron tiempo de sobra para tapar ese agujero, una "inteligencia" algorítmica que tiene que tener todo previsto en su flujo no puede competir con otra real que sabe buscar las cosquillas. No pueden anticiparse a todos los intentos de troleo.
Si sabes que estás hablando con una maquinita a la que no le puedes sacar nada, para eso hablas con la pared. El resultado es el mismo.
Si se cumplieran las predicciones de los IA-cuñados gilipollas estos, ya estaríamos en un incubador de Matrix