En nuestro país teníamos la costumbre, endémica desde hace décadas, de construir líneas nuevas pero nunca gastar suficiente en mantenimiento, provocando un empeoramiento progresivo en los tiempos de viaje. Lo que estamos viendo ahora, sin embargo, son renovaciones integrales dirigidas a que la infraestructura mantenga sus prestaciones (Madrid-Sevilla) o, como se ha prometido con este aumento de velocidad, las mejore sustancialmente.
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El artículo precisamente propone alternativas para usar las líneas de alta velocidad para hacer servicios regionales atractivos en tiempos y frecuencias y que lo use mucha más gente.
La línea, digamos, convencional, aunque ya no existe toda como tal porque tiene tramos comunes y eso ha implicado deshacerse de varias estaciones, andaba por las veintitantas si recuerdo bien.
Y, cosas de la física y la tecnología, los trenes no alcanzan su velocidad máxima, ni frenan de ella a cero, de manera instantánea. Es decir, que no pueden aprovecharse de sus capacidades.
Que un Zaragoza-Valencia (dos pueblitos como todo el mundo sabe) sea una tortuga que tarda 4 horas en llegar cuando en coche tardas 3 y encima los billetes sean caros hace que la gente coja el coche sí o sí. Eso por no hablar de despropósitos como lo de Extremadura y no te digo si quieres ir a un pueblo.
Una asignatura pendiente desde hace décadas.
Aragón en general está viendo una renovación completa de su red norte-sur (de Canfranc a València). Y eso sí es una noticia muy positiva para el ferrocarril convencional y que vertebra el país.
Eso, sin leer el artículo.
Que conste que me encanta su blog sobre política americana.