El modus operandi consistía en acudir a restaurantes reconocidos, pedir platos costosos y, al momento de retirarse, no querer pagar la cuenta. En ocasiones, proponía a los empleados realizar publicaciones en sus redes sociales a cambio de la comida. Los propietarios de restaurantes comenzaron a comunicarse entre sí para alertar sobre la presencia de la influencer y compartir su fotografía, con el objetivo de evitar nuevos incidentes. “Ella se estaba saliendo con la suya. Demasiadas veces. Y eso simplemente no está bien”.
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Sí, pero qué curioso que para ser influencer, montar todo el tinglado e intentar gorronear no presente ningún tipo de dificultades, tócate los coj0nes.