Las empresas no solo participan en la cadena productiva, sino en el ecosistema de dominación. Al suministrar componentes, maquinaria, tecnología o créditos, no actúan sin consecuencias: su lucro depende de que la ocupación continúe, de que los asentamientos prosperen y de que la colonia siga abastecida. Y cuando la destrucción se intensifica, como en Gaza, el mismo engranaje se beneficia del negocio del genocidio, del desplazamiento y del reemplazo.