Cruzar el Atlántico de Sur a Norte no es cosa de chiste, y fenómenos terribles como éste nos recuerdan cuales son las limitaciones de una tecnología que muchos confunden con la magia, y creen omnipotente. A muchos les sorprende que algo como ésto haya podido suceder en el siglo XXI, como si vivir en el presente significase una inmunidad absoluta a los peligros del mundo. Hoy mirar al mar nos produce congoja. Hoy el Atlántico parece más ancho, o quizá es que, hasta hoy, nos parecía más estrecho de lo que realmente era.  
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