Mientras el Ayuntamiento o sus dueños tapian con cemento decenas de pequeñas y no tan pequeñas viviendas, un ejército de okupas no muy silencioso va abriendo agujeros en la lechada, cambiando las cerraduras de las puertas por candados y convirtiendo en tierra habitada edificios declarados en ruina. Especialmente interesantes algunos de los comentarios, haciendo referencias a las revueltas acaecidas en París hace un tiempo.
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