Ser padre es vivir con miedo cada día del resto de tu vida. Eso no lo cuentan los apologetas de la natalidad, pero es así. Quien lo es lo sabe. Quien no, créame. El amor es tan puro y la responsabilidad tan grande que no hay dios que duerma tranquilo. Durante los primeros años pesa más el histerismo que la realidad. Te preocupan las caídas, la salud, el aprendizaje... Más allá de las noches en urgencias, un par de brechas y alguna tutoría, lo normal es que sean sustitos. Después, crecen.
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