En el caso de Anila Trinlé, de 58 años, fue la muerte de su marido lo que le dio ganas de aprender a analizarse. Tras abandonar la región de París para instalarse cerca del instituto, ahora acompaña voluntariamente a los enfermos o a las personas que van a morir en un hospital. Ninguno de ellos siente la necesidad de viajar al Tíbet para vivir más de cerca la práctica, ya que, como dicen, "el budismo no tiene nacionalidad".
|
etiquetas: religión , budismo , sin patria por cojones