Uno de los retos más persistentes en la lucha contra la contaminación por microplásticos es su invisibilidad a simple vista. Estas partículas diminutas, menores a 5 milímetros, se esconden en ríos, océanos y hasta en el agua potable. Identificarlas no es solo cuestión de tecnología, sino de tiempo, dinero y acceso. Ahora, un avance biotecnológico podría cambiar ese panorama: bacterias modificadas genéticamente que hacen brillar los microplásticos.
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