En España están pasando cosas muy importantes sin que nuestros dirigentes lo adviertan. La gente se está alejando de los políticos no por desencanto sino por algo mucho más profundo. Las élites intelectuales del país están dejando de creer en el sistema, tras haber adquirido la conciencia de que la corrupción no es ya un problema periférico, sino el núcleo mismo de la política. El pueblo comienza a dar un importante salto cualitativo y, por primera vez desde que murió Franco, se cuestiona seriamente el orden establecido.
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