Los fabricantes de dispositivos tecnológicos tienen que pagar canon a las entidades de gestión de los derechos de autor. Los fabricantes pagan (y después repercuten ese precio a los usuarios) por los dispositivos electrónicos que se pueden utilizar para copiar obras sujetas a derechos de autor, como fotocopiadoras, grabadoras de vídeo o CD vírgenes. Se trata de compensar a los autores por los ingresos que, teóricamente, dejan de percibir cuando un consumidor copia una obra y no la compra.
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